jueves, 1 de diciembre de 2016

Hepatitis B

Bibliografía:
WHO Media centre [base de datos en internet]. Evanston: OMS [actualizada en julio de 2016; acceso 1 de diciembre de 2016]. Disponible en: http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs204/es/




He elegido realizar la bibliografía de la hepatitis porque me parece una enfermedad de especial relevancia para  los profesionales sanitarios debido a la mayor exposición a la que están expuestos. Esta mayor exposición se debe al posible contacto con fluidos orgánicos y materiales contaminados.

La hepatitis B se define como una infección vírica del hígado que puede dar lugar tanto a un cuadro agudo como a  uno crónico. Es causada por el virus de la hepatitis B (VHB) y es un problema de salud a nivel mundial ya que puede convertirse en una enfermedad crónica y además conlleva un alto riesgo de muerte por cirrosis o cáncer hepático. Sin embargo, esta grave enfermedad puede prevenirse con una vacuna que es segura y eficaz (en un 95% de los casos).

Si hablamos de epidemiología, la máxima prevalencia de la enfermedad se da en África Subsahariana y en Asia Oriental pues son zonas en las que entre el 5% y el 10% de la población está infectada de forma crónica.

El VHB puede sobrevivir fuera del organismo durante siete días, período en el cual puede infectar a personas no vacunadas.  En zonas endémicas la forma de transmisión más frecuente es de madre a hijo o de manera horizontal (exposición a sangre infectada). Así la enfermedad crónica se da en lactantes o en niños que no han cumplido los cinco años de edad. Es de destacar que la cronicidad en adultos se da en menos del 5% de los casos. Otras formas de transmisión del virus son: a través de sangre, líquidos corporales infectados, saliva, líquidos menstruales, fluidos vaginales y semen. 
También se transmite con la reutilización de agujas y jeringas tanto en el entorno sanitario como entre consumidores de drogas; con procedimientos médicos, quirúrgicos y dentales y, finalmente, con la aplicación de tatuajes, con el uso de cuchillas de afeitar y objetos semejantes contaminados.

La mayoría de los afectados no tienen síntomas durante la fase de infección aguda, pero las personas que sí que los presentan suelen manifestar: ictericia, orina oscura, cansancio constante, náuseas, vómitos y dolor abdominal. Una pequeña parte de los pacientes padecen una insuficiencia hepática que conlleva un riesgo importante de muerte. La hepatitis aguda puede convertirse en crónica en un pequeño número de casos.

La probabilidad de que la hepatitis se cronifique depende de la edad a la que se produzca la infección. Así la probabilidad de padecer una hepatitis crónica es mayor en niños menores de 5 años. La cronicidad en adulto se da en menos del 5% de los casos pero entre un 20 y un 30% de los enfermos crónicos desarrollarán cirrosis y/o cáncer hepático.

En el diagnóstico de la hepatitis B se emplean pruebas de laboratorio que permiten diferenciar la hepatitis aguda de la hepatitis crónica. Estas pruebas se centran sobre todo en identificar el antígeno de la superficie del VHB que es el HBsAg.
-En la hepatitis aguda se identifica el HBsAg, la presencia de inmunoglobulina en el antígeno del núcleo y el antígeno E. La presencia de este último indicaría que el virus se replica con rapidez y que tiene una alta probabilidad de contagio.
-La infección crónica se caracteriza por la persistencia durante más de 6 meses del antígeno HBsAg.

En cuanto al tratamiento, distinguimos el dado a pacientes infectados con hepatitis B aguda que el dado a infectados con hepatitis B crónica.
 La hepatitis B aguda no tiene tratamiento por lo que la atención se limita a mantener el bienestar de la persona así como mantener un equilibrio nutricional adecuado (sobre todo hay reposición de líquidos por náuseas y diarreas).
La hepatitis crónica se suele tratar con antivirales orales pues éstos son más potentes, rara vez interaccionan con otros fármacos y tienen poco efectos secundarios. Hay que destacar que el tratamiento no cura la enfermedad sino que ralentiza la replicación del virus. Otra opción son las inyecciones de interferón, aunque requieren un seguimiento exhaustivo.


El principal pilar de la prevención es la vacunación. La OMS recomienda que ésta se administre a los lactantes preferiblemente antes de las 24 horas de vida.


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