sábado, 1 de octubre de 2016

BIBLIOGRAFÍA:

Phillips K. J. Intervención enfermera: choque y síndrome de disfunción multiorgánica, Vol.2. En: Mantik L. S., MeLean H. M., Ruff D. S., autores. O'Brien P., Giddens J., Bucher L., editores. Enfermería medicoquirúrgica. 6ª ed. Madrid: Elsevier; 2004. p.1858-1885. 


El tema de esta consulta bibliográfica serán las intervenciones en el tratamiento del choque séptico, debido a que es uno de los tipos de shock más frecuentes clínicamente y con una elevada tasa de mortalidad en ancianos.
Un shock o choque séptico es un síndrome caracterizado por una disminución en la perfusión tisular y el deterioro del metabolismo celular, que conlleva un desequilibrio entre el aporte y demanda de oxígeno y nutrientes.
Este shock, es ocasionado comúnmente por bacterias gramnegativas y grampositivas, virus, hongos o parásitos y afecta a pacientes en riesgo por: su edad avanzada, inmunodepresión, insuficiencia cardíaca, insuficiencia renal crónica… Puede producirse por una infección del tracto urinario o respiratorio, por catéteres permanentes, etc.
Los cuidados se centrarán en reconocer y tratar tempranamente el choque en sus estadios iniciales y compensador (restableciendo la normal distribución del flujo sanguíneo) para prevenir la evolución a estadios progresivo y refractario, en los cuales, la recuperación estaría ligada a múltiples secuelas por la pérdida de funcionalidad de órganos vitales.  

Los cuidados que dedicaremos serán:
  • Identificación de pacientes en riesgo.
  • Integración de la historia del paciente, exploración física y datos clínicos para establecer diagnóstico.
  • Intervención controlando o eliminando la causa de la hipoperfusión tisular.
  • Protección de órganos diana y distales frente a disfunción.
  • Provisión de cuidados de soporte multisistema.

Para considerar un shock septicémico valoraremos:
  • Una disminución en el nivel de conciencia, ansiedad, inquietud, debilidad.
  • Pulsos rápidos pero débiles, arritmias, hipotensión.
  • Piel caliente (en el estadio inicial), o fría y húmeda, palidez, cianosis.
  • Taquipnea, disnea, respiración superficial.
  • Una disminución en la saturación de Oxígeno.
  • Hemorragia o lesión manifiesta que indique la causa de la hipoperfusión.

Intervendremos de forma general:
☛ Asegurando una vía aérea permeable (ya sea por vía natural o con sonda endotraqueal) y optimizaremos la liberación de oxígeno para mantener una saturación en 90% o más. Existen tres métodos para aumentar el aporte y disminuir la demanda sin alterar el equilibrio:
  • Optimizando el gasto cardíaco con tratamiento farmacológico o reposición de líquido.
  • Aumentando la hemoglobina por transfusión sanguínea.
  • Aumentando SaO2 con oxígeno suplementario y ventilación mecánica.
Reponiendo líquidos para restaurar el volumen de sangre. Se insertan dos catéteres i.v. de gran calibre, preferiblemente en venas antecubitales. La elección del líquido de reanimación se basa en tipo y volumen de líquido perdido y el estado clínico del paciente, siendo los más frecuentes los cristaloides y coloides. Con un manguito de PA automático o un catéter arterial permanente se monitorizará el estado del paciente, del mismo modo que, con una sonda vesical se evaluará el estado de líquidos. Cuando la fluidoterapia sea abundante se protegerá al paciente de complicaciones como la hipotermia y la coagulación.
☛ Con tratamiento farmacológico, para corregir la menor perfusión tisular y mantener la PAM en mínimo 60 mmHg. La medicación se administrará vía i.v. por bomba de infusión o a través de vía venosa central. Encontraremos fármacos:
  • Simpaticomiméticos (tienen efecto sobre el SNS): muchos causan vasoconstricción periférica, denominándose fármacos vasopresores (adrenalina, noradrenalina), cuyo uso se reserva para pacientes que no hayan respondido a otros tratamientos.
  • Vasodilatadores, empleo en pacientes con excesiva vasoconstricción que implica un mayor gasto cardíaco. 



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