sábado, 24 de septiembre de 2016


BIBLIOGRAFÍA:

L. Cibanal J. Prerrequisitos de la relación de ayuda. En: L. Cibanal J. Interrelación del profesional de Enfermería con el paciente. Barcelona: Ediciones Doyma; 1991. p. 1-24.

El motivo por el cual he elegido este libro para realizar una consulta bibliográfica, de acorde con el tema tratado en clase “El paciente médico”, es el interés de profundizar en las características que ha tener un buen profesional para lograr el éxito en la relación enfermero-paciente.

Definiremos la relación enfermero-paciente como un intercambio interpersonal, determinado por potenciar la autonomía y el crecimiento personal del paciente de forma eficaz y estando mediada por la escucha y el diálogo. El objetivo final siempre será obtener un cambio para mejor, con respecto a la actitud, acciones o la forma del paciente de percibirse a sí mismo o a su entorno.

Para lograr una buena comunicación, el psicólogo Carl Rogers propone tres “actitudes facilitadoras”: la escucha, la empatía y la consideración positiva incondicional del paciente. Como base de todas ellas se encuentra la congruencia, ya que para el profesional debe existir coherencia armónica entre lo que dice y lo que piensa o siente.

Pasamos pues a describir las actitudes facilitadoras:

Con escucha, nos referimos a la habilidad de centrarnos en el paciente, en analizar su comportamiento, lo que nos dice y también lo que no, para tomar conciencia de sus problemas. Pero aprender a escuchar requiere también de otra capacidad, la empatía, comprender al paciente y valorar su situación como si fuera propia. 

Y por último, C. Rogers, nos habla de la consideración positiva incondicional del paciente, queriendo decir que no hay que prejuzgar ni menospreciar las experiencias del paciente, siendo todas dignas de atención para el enfermero.

A las actitudes facilitadoras rogerianas, R. Carkhuff añade en su modelo de 1977, las actitudes activadoras:

  • La especificidad, que se requiere tanto por parte del paciente (se pedirá concreción en sus manifestaciones para llegar de forma clara a sus pensamientos y emociones), como por parte del enfermero (seremos precisos, evitaremos términos abstractos, generalizaciones, que puedan llevar a confusiones).
  • La confrontación, mediante la cual, pretenderemos mostrar al paciente las contradicciones entre su forma de pensar y actuar (comportamiento verbal y no verbal), así como de ver las cosas desde un punto de vista diferente al del paciente, siempre desde la comprensión respetuosa.
  • Y en último lugar, la inmediatez, consistente en puntualizar y transcribir los sentimientos y reacciones que el paciente haya expresado a la situación presente.



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